Me fue fácil enamorarme del feroz original para PlayStation de David Jaffe, en el que yo encarnaba a un payaso asesino psicótico en una furgoneta de helados oxidada, recorriendo entornos contaminados e industrializados y disparando misiles a discreción. Twisted Metal era, para su época, divertidísimo. Sin embargo, no fue hasta el relanzamiento de Twisted Metal: Black para PlayStation 2 cuando me enganché de verdad. Ese juego era, y sigue siendo fenomenal, y fue aquí donde cambié de personaje, de Sweet Tooth a Shadow, y empecé a invertir cantidades desmesuradas de tiempo en mi nueva afición a tiempo completo: la destrucción sobre ruedas.
Desde entonces, el tiempo ha pasado volando. Cuento 22 años desde el lanzamiento de Twisted Metal: Black, y a pesar de los intentos ocasionales de resucitar la serie, Twisted Metal, al igual que juegos de Sony como Syphon Filter, Socom, Jumping Flash y Warhawk, sigue perdida en el tiempo. El viejo thriller automovilístico de David Jaffe al estilo de Mad Max no está mucho más de moda que los calentadores y los anillos para el pulgar hoy en día, pero aun así, Peacock decidió meterle dinero al payaso psicótico de los helados y sus compinches, aunque solo fuera para intentar subirse a la ola de The Last of Us, que HBO Max y Naughty Dog surfearán durante años.
Twisted Metal en formato serie se convierte rápidamente en una clara evidencia de por qué no funciona asumir que solo porque un juego se ha convertido con éxito en una aclamada y querida serie de televisión, todos los juegos serán buenas series de TV. A pesar de esto, está muy claro que Sony simplemente tiró dinero en una producción mal concebida y se apresuró a improvisar un guion ridículamente estúpido, inconsistente y poco interesante basado en una comedia situacional cursi y mucha sangre, para comercializarlo como "otra adaptación televisiva de una querida secuela de PlayStation". Este no es un proyecto de pasión como The Last of Us, esto es una basura hecha a toda prisa. Y nada más.
Que yo sepa, la serie de juegos Twisted Metal nunca ha contenido mucha historia. Nunca he reflexionado sobre ninguna trama. Al igual que en Mortal Kombat, por ejemplo, cada personaje tenía algún tipo de "arco" sin sentido, en Twisted Metal: Black todo tenía que ver con el malvado torneo "Twisted Metal" del ultravillano Calypso, pero honestamente no recuerdo ninguno de ellos y tampoco una sola línea de diálogo de ninguna de las personas involucradas. Se nota aquí, te lo aseguro.
Porque a pesar de que el escritor de Deadpool, Rhett Reese, estuvo de showrunner y escribió el episodio piloto, esta serie realmente no va de nada en absoluto. Seguimos a John Doe, interpretado por la estrella de Falcon, Anthony Mackie, que se mantiene ocupado con el trabajo de mensajería entre ciudades en lo que parece una versión casera del mundo de Mad Max: Road Warrior. Estados Unidos está devastado, las ciudades están rodeadas de muros gigantes y es un país sin ley, sucio, oscuro y empapado de maldad. El alcalde de New LA le encarga a Doe que recupere una caja de New Chicago y la lleve de vuelta a la costa oeste y, a cambio, le promete una hermosa casa con una valla blanca, así como riquezas, comida y una vida tranquila dentro de las murallas de la ciudad.
Doe, como algunos de los otros personajes, está en Twisted Metal: Black, pero su apariencia y personalidad han cambiado por completo. El jugador callado, estoico y duro como un clavo se ha transformado en un charlatán tonto que no se toma a nada ni a nadie en serio. Su coche ya no es rojo con llamas ni estilo americano. En cambio, Mackie conduce un Subaru WRX STi 2001 adornado con una ametralladora y cada escena de persecución parece haber sido filmada a unos 13 km/h.
Por el camino, Doe se encuentra con el personaje femenino principal, Quiet, cuyo hermano es brutalmente asesinado, lo cual, por supuesto, tiene la intención de rectificar a través de una sangrienta y tortuosa venganza. Terminan en manos de policías corruptos, Sweet Tooth y pandillas rivales de asquerosos piratas de la carretera y, de por medio, hay persecuciones de coches con muchos disparos. Se ofrecen cohetes, misiles, ametralladoras y todo lo demás para que la serie se parezca lo más posible al juego, pero nada funciona. Nada. El guion es consistentemente miserable. Miserable más allá de la redención. Los personajes son endebles y aburridos, sus motivos ridículos y cada minuto de esta serie de televisión de diez episodios tiene una tediosa falta de sentido.
Hay escenas en las que Sweet Tooth interpreta un musical solitario dentro de un casino demolido que es una de las cosas más decepcionantes que he visto en años, así como momentos de CGI metidos con calzador que parecen haber sido modelados y renderizados en Excel, lo que, junto con una fotografía simplemente fea, un vestuario terrible, un diseño de producción deficiente (se nota que todo se hace dentro de las mismas tres ubicaciones de estudio solo que se movieron y reemplazaron algunos muebles) y un diálogo desastroso hacen de esta la peor serie de televisión del año hasta ahora. Tampoco ayuda que la actuación sea consistentemente penosa. Mackie agrega algunos microgramos de encanto en algunos puntos, pero aparte de eso, te aconsejo que te alejes de Twisted Metal todo lo posible: es retorcido, sí, pero no es metalero.