The Witcher Temporada 3 - Volumen 1 (Netflix)

A medida que la serie deThe Witcher avanza, queda claro que la bestia de Netflix es muy diferente de los libros de Sapkowski que muchos de nosotros esperábamos que recibieran el amor televisivo que merecen. Con cada nueva temporada, parece casi injusto catalogar a The Witcher como una adaptación, ya que parece haber renunciado a ello hace tiempo. Si tuviéramos que juzgarla únicamente en función de su fidelidad al material original, The Witcher se llevaría un cero, quizá un uno sobre diez, si queremos ser amables. Para un fan de los libros, ver The Witcher puede ser una experiencia casi extraña, porque aunque veamos a personas con nombres familiares y tramas que parecen ir en una dirección conocida y lugares que recordamos bien, al cabo de unos pocos episodios (o minutos) resultan irreconocibles.

Sin embargo, juzgar The Witcher por lo que los fans quieren que sea sería una tarea inútil en este momento, por lo que es mejor evaluarlo por lo que es. El volumen 1 de la tercera temporada, por ejemplo, es una serie llena de defectos, pero que se salva de ser un desastre total gracias a unas cuantas interpretaciones sólidas y a un comienzo y un final potentes.

Continuamos prácticamente donde lo dejamos al final de la segunda temporada. Geralt, Ciri y Yennefer están huyendo, con la princesa de Cintra perseguida a cada paso. No son capaces de permanecer en un mismo lugar más que un breve periodo de tiempo, y van saltando de un hogar improvisado a otro. Geralt y Yennefer saben que esto no puede seguir así, y así se pone en marcha la búsqueda de un lugar seguro para Ciri, que esencialmente es el objetivo principal de la primera mitad de esta temporada. Como he dicho, el primer episodio destaca como uno de los mejores que ha producido The Witcher, con un ritmo más lento que nos permite disfrutar de los personajes de Geralt, Yennefer y Ciri mientras construyen su dinámica pseudo-familiar. A ello ayuda que Freya Allan (Ciri), Anya Chalotra (Yennefer) y Henry Cavill (Geralt) tengan una gran química en pantalla que me hace temer que desaparezca cuando Cavill se marche.

Sin embargo, después de su primer episodio, The Witcher no consigue remontar y sus defectos se hacen más evidentes. En este período entre un comienzo sólido y el final, tenemos que soportar tres episodios que dan la sensación de no hacer nada más que avanzar por el agua a merced de las olas. Aquí es donde The Witcher debería arrancar a toda velocidad, cuando dejamos las historias cortas y pasamos a la búsqueda principal de Geralt, por así decirlo. En lugar de eso, nos vemos obligados a perder el tiempo hasta que puede ocurrir algo. Luchar contra monstruos, sinuosas e innecesarias tramas secundarias y más ideas aleatorias sirven para darnos la sensación de que no se está poniendo suficiente fe en el camino principal de esta historia, y si ese es el caso, de nuevo la pregunta es por qué esta es una serie llamada The Witcher. Para empeorar las cosas, hay otros elementos que parecen increíblemente apresurados para llegar a un punto. Es como si la serie se precipitara a ciertos momentos antes de estar lista para llegar a ellos, y luego decidiera, justo cuando crees que te estás metiendo de lleno, que es hora de frenar una vez más porque si los guionistas te emocionan demasiado con el desarrollo de la trama puede que no te importe el último monstruo CGI que han metido para asegurarse de que no has perdido el interés de la misma forma que un niño pequeño grita y agita los brazos para llamar la atención.

La coreografía de estas peleas, y de la lucha con espadas en general, suele estar bien hecha, y los diseños de los monstruos son geniales. Me encantó especialmente una horripilante criatura de cuerpo terrible que aparece en el segundo episodio. Sin embargo, se recurre demasiado a ellos como motivo para ver The Witcher. Se convierte en un visionado superficial de momentos que no son más que calorías vacías. Te llenarán el tiempo, pero no te darán la profundidad que los guionistas y directores te prometen constantemente con cada temporada. En lugar de personajes a los que conocemos tan bien como a algunas personas de nuestras vidas, The Witcher trata a su nutrida plantilla como peones en una partida de ajedrez convenientemente aburrida. A menudo carecen de motivación y razonamiento reales, y en su lugar cambian sus deseos por los de la trama. Además, algunos se han quedado demasiado tiempo en el camino, entorpeciendo un espectáculo más fluido y ajustado, mientras que otros futuros protagonistas más importantes se quedan a medio gas.

Los diálogos de The Witcher son los que más pereza les debe dar a los guionistas a la hora de escribir. Modernismos y americanismos torpes abundan por todas partes, alejándote de cualquier sensación de que este mundo podría haber existido. Es material de fanfiction, solo que no escrito por fans de verdad. Aunque un mundo con monstruos y magia nunca va a parecer realista, sus personajes no deberían hablar como si acabaran de salir de un episodio de Riverdale, formando frases más propias de un drama de instituto o soltando discursos de la forma menos natural posible. Cualquier cosa que tenga que ver con la magia en esta temporada hace que mis oídos sangren (o más bien ardan), ya que intentan imponer esta ridícula norma en el mundo de que la magia de fuego está prohibida, y ahora tienen una extraña noción de portales que se corrompen. O peor aún. En un momento dado Ciri hace referencia a la magia del agua, la magia de la tierra y la magia del aire, como si estuviéramos esperando el regreso del Avatar. Además, si oigo la palabra monolito una vez más, puede que tenga que arrancarme el pelo.

Ni siquiera Cavill y el habitualmente genial Jaskier se salvan de alguna que otra escena deleznable, lo que empeora las cosas si tenemos en cuenta que esta es la última vez que vemos al otrora apasionado Cavill en el papel de Geralt. Incluso si el diálogo puede parecer menor, arruina otros aspectos genuinamente buenos de la serie, sacándote de un mundo que visualmente es impresionante. La fantasía puede hacerlo mejor, puede atraerte hacia sus personajes y su mundo a través de un discurso natural. Sin embargo, ya sea por incompetencia o por falta de voluntad para corregir los diálogos, The Witcher no alcanza la calidad de las mejores series de televisión de fantasía, ni siquiera en el grupo de las decentes.

Quizá lo que más molesta de toda la experiencia de ver The Witcher es que, en el fondo, todavía hay algo ahí. Nunca será tan buena como podría haber sido, pero aún hay una oportunidad de redención. Los actores siguen dando lo mejor de sí, con Joey Batey como Jaskier, Cassie Batey como Philippa y Graham McTavish como Djikstra, todos ellos dando lo mejor de sí en los papeles que les han asignado, e incluso si no están a la altura de sus homólogos en el libro, siguen siendo interesantess en pantalla. Batey merece especialmente un aplauso por robarse todas sus escenas y la única fuente de comedia real de la serie. Además, su rivalidad con el recién llegado Valdo Marx siempre es un espectáculo.

Yennefer (Anya Chalotra) me sigue gustando cada temporada, e incluso si Cavill ya no está en el ajo, sigue siendo evidente su amor y devoción por Geralt. Sigue siendo una pena, entonces, que el material de esta serie haya sido tan poco convincente hasta ahora. Esperemos que, con el cliff-hanger en el que nos deja el final del Volumen 1 de la temporada 3, podamos ver un nuevo comienzo para The Witcher, pero la esperanza de un futuro mejor no perdona los atroces pecados del pasado de esta serie. No es, ni mucho menos, tan dolorosa como la segunda temporada, y he disfrutado con dos episodios, pero no he disfrutado arrastrándome por el fango para llegar a ellos.