Análisis de The Last Survey

¿Por qué no hay suficientes consolas PS5 en las tiendas? ¿Volverán los problemas para hacerse con una Switch cuando se estrene el modelo OLED? Y de las tarjetas gráficas punteras, mejor ni hablar.

Que estamos exprimiendo el planeta gota a gota y por todos sus poros (en estos días está habiendo sequías provocadas por las eléctricas en varios pueblos de España para ganar aún más con el desastre de la factura de la luz) es difícil de negar. Pero pocas veces se ha expresado como lo hace The Last Survey, un relato corto algo jugable creado de principio a fin por Nicholas O'Brien, con música de Lewin Kopenhafer y edición de Essay Games.

Estrenado en itch.io hace un año, ya está en la eShop de Nintendo Switch y en Steam dispuesto a remover conciencias entre un público mucho más amplio por menos de cuatro euros. Es un viaje breve, una lectura de una sentada amenizada por unas ilustraciones en blanco y negro estilo carboncillo que no paran de temblar y una melodía inquietante.

No puede ser de otra forma cuando lo que te están contando es que se acerca el fin del mundo tal y como lo conocemos y tu personaje es el único que lo sabe y lo admite. A este geólogo le ha tocado dar la noticia, evidencia en mano, al director de una multinacional minera afincada en Brasil de que, como bien sabe de antemano, las vetas están prácticamente agotadas. La repercusión de esta información va mucho más allá del mundo empresarial, porque no basta con cerrar empresas y despedir trabajadores, ya de por sí explotados. Es que ese informe lleva a la conclusión de que habrá conflictos comerciales, de territorio y políticos ante la escasez de esos minerales como el níquel o el cobalto, imprescindibles para producir aparatos electrónicos.

El autor del relato logra en tiempo récord que el jugador y lector entre en situación, empatice con el personaje y se atemorice por un futuro que no parece tan irreal. Bastan unos minutos para sentir el sudor de sus manos antes de entrar en ese despacho, tan vacío en lo material y en lo inmaterial. Para compartir su miedo a elegir las frases exactas con las que hacer un mínimo de mella en esa mente fría y calculadora de un "ser superior", en poder y en fortaleza mental.

En estas pequeñas elecciones que O'Brien deja tomar está todo el "gameplay" de The Last Survey. Son siete u ocho, no más, si consigues llegar al final del relato. Porque puede no ser así escogiendo de forma "errónea". Entrecomillo la palabra porque creo que cada uno debe poder decir a este señor lo que le salga del alma en una situación así, independientemente de que vaya a alcanzar el punto y final de la historia en ese pase, o que tenga que empezar de nuevo. Es, si acaso, la obligación de ir de nuevo página a página y sin correr (porque si corres te echa de la partida), el fallo a esta rejugabilidad obligatoria.

Tampoco hay que interpretarlo como una aventura de busca tu propio final como tratan de venderlo, pues tomar un camino u otro solo desvía un par de párrafos del texto, para después volver a converger en un punto calmado, probablemente muy descriptivo, del ensayo. Eso, o lleva a un cierre abrupto. Pero no hay caminos como tal.

Relato corto muy interesante, escrito con pluma fina -y un inglés culto que bien pide un nivel alto y varias visitas al diccionario-, para pasar un ratito frente a la pantalla tomando conciencia de que el mundo se va a la mierda. Ah, y de cómo te comportas tú ante la presión de contarlo o salvar tu culo. Porque alguien tiene que decirlo. En The Last Survey, eres tú. O no.