Reseña de The Sandman: Temporada 2 - Vol. 1 (Netflix)

The Sandman fue un proyecto divertido de reseñar a finales de verano de 2022. Resultaba infinitamente inconexa gracias al material de origen ligeramente versátil y casi caótico del legendario (y ahora denostado) Neil Gaiman, pero al mismo tiempo era casi infinitamente ambiciosa y en ocasiones funcionaba tan bien que casi hacía que uno se preguntara por qué Hollywood no había conseguido descifrar el código algo antes.

Ahora han pasado tres años, y en Netflix queda bastante claro que, una vez más, ha sido difícil interpretar y transformar la dinámica y exhaustiva cronología de los cómics en una historia lineal, pero aunque no lo haya conseguido en la misma medida que antes, es una forma bastante buena de pasar unas cuantas tardes en la extraña y surrealista compañía de Sueño.

Al igual que en los cómics, esta segunda temporada (de la que solo reseñamos el "Vol. 1", que consta de los seis primeros episodios) retoma la historia donde la dejó la primera, pero aparte de que Sueño no está encarcelado ni directamente debilitado como consecuencia del declive gradual de su reino, no lo notarías inmediatamente. Sí, hay algunos puntos de la trama que la serie trata como hitos narrativos inminentes: la desaparición del miembro de Endless Destruction, la compleja relación de Sueño con la mujer Nada, y las relaciones tóxicas de los Sin Fin restantes entre sí, por decir algo. Pero a partir de ahí, The Sandman vuelve a tejer una narración polifacética a la que le encanta dar rodeos y que resulta casi difícil de seguir por su reticencia a crear un contexto lógico.

Este "Vol. 1" ofrece la historia del pueblo de las hadas y una noche de verano en compañía de Shakespeare, un banquete destinado a determinar quién se hará con el control del infierno cristiano, y la historia del viaje de Orfeo al Hades griego en busca de su difunta esposa. Estas historias sitúan naturalmente a Sueño en un proceso de desarrollo lineal, pero parecen separadas y distintas, de tal manera que casi parecen una antología.

Esto hace que The Sandman sea un entretenimiento complejo de una forma bastante entretenida, y afortunadamente, los actores, la música y la identidad visual pueden mantener el ritmo la mayor parte del tiempo. A veces, ciertos escenarios que deberían ser más surrealistas resultan sorprendentemente mundanos, como el banquete antes mencionado, y uno tiene la sensación de que esto es para ahorrar un poco de dinero, pero aparte de eso, The Sandman se inclina afortunadamente hacia lo pomposo y fastuoso, y a menudo no se escatima en nada.

Tom Sturridge cumple una vez más en el papel de Sueño, un personaje infinitamente difícil de precisar cuando está ahí de pie con el aspecto de un miembro despedido de The Clash, pero que destila confianza y complejidad. Las frases las pronuncia de forma convincente, aunque a veces la seriedad esté a punto de parecer autoparódica. Afortunadamente, está rodeado de un mar de grandes talentos.

Sin embargo, una vez más, la serie falla con demasiada frecuencia a la hora de darle suficiente gas CG y de dotar a los personajes de la suficiente "otredad" para encajar en este escenario salvaje. Un solo demonio durante el mencionado banquete se agranda con un mar de mil bocas, lo que está entre los mejores efectos y logros artísticos de una serie de televisión que yo recuerde, pero la apariencia y el vestuario de Gwendoline Christie como Lucifer son un poco demasiado presupuestarios.

Afortunadamente, a pesar del formato casi de antología y de un ligero crujido bajo el peso de la opulencia de los cómics, la gente que está detrás de esta interpretación de la serie sigue haciéndolo muy bien en su mayor parte, ofreciendo seis episodios de una televisión bastante diferente que es a la vez eficaz y bastante ambiciosa.