Bajo el peso de la creciente frustración, las ciudades canadienses se han convertido en un inesperado epicentro de rebeldía. A medida que crece la ira canadiense por los aranceles y la retórica provocadora del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se afianza un creciente movimiento nacionalista.
La frase "codos arriba", tomada del amado deporte del país, el hockey, se ha convertido en un grito de guerra, estampado en pancartas, coreado en mítines e incluso utilizado como título de un podcast de reciente creación en el que se debaten estrategias de defensa civil.
El boicot a los productos y viajes estadounidenses está ganando adeptos, mientras las provincias retiran el alcohol estadounidense de las estanterías en un acto simbólico de protesta. En todo Canadá, la frustración está dando paso a una férrea determinación de reafirmar la soberanía de la nación.
En muchas comunidades, esta oleada de patriotismo ha desencadenado debates sobre la identidad y el futuro de la política nacional, mientras los ciudadanos se reúnen en una muestra de unidad y determinación. Por ahora, queda por ver cómo se desarrollará la situación.