A veces es difícil entender el modelo de negocio de Disney cuando se trata de estos remakes. Por supuesto, la gente quiere volver a ver sus queridos clásicos favoritos de la infancia, pero al mismo tiempo, no puedes salirte con la tuya con una copia al carboncillo de la misma película (quizás si te llamas Jon Favreau). Entonces hay que actualizarla, rellenarla, ajustarla, descomponerla y reconstruirla en algo reconocible... y hueco.
El último de los clásicos en recibir este tratamiento chapucero es Pinocho, que muchos recordamos en nuestra infancia como una de las historias más terroríficas de Disney. La casa del ratón Mickey debió pensar que los niños de ahora deben seguir aturdidos con aventuras de acción real sin identidad y, por lo tanto, atenuó los sustos, lo cual es sólo uno de los muchos problemas del remake.
El modelo de relleno de Disney no sólo hace que la película sea innecesariamente lenta, sino que también permite al director Robert Zemeckis meter personajes sin sentido y canciones terribles que sólo alargan la duración de una película ya hinchada, y me parece que estoy esperando más los momentos clásicos del original que ser arrastrado por una aventura mágica.
Es una pena ver a Robert Zemeckis, que en su día fue un director pionero con obras maestras como Forrest Gump y Quién engañó a Roger Rabbit, rebajarse al nivel de la factoría Disney en cuanto a efectos especiales. Con algunas excepciones, como el expresivo zorro, Zemeckis no difumina precisamente las líneas entre los efectos y la realidad. Casi sientes pena por el pobre Tom Hanks cuando está rodeado de efectos planos por ordenador, donde Pinocho es el que más destaca con su cuerpo de madera animado sin vida. Esto se integra tan mal con el entorno real (y hermoso) como los modernos (e interminables) diálogos que secnillamente no cuadran con la época sencilla del cuento.
La verdadera historia de Pinocho trata de no tomar el camino fácil en la vida, que por desgracia es exactamente lo que Disney ha hecho aquí. Así que a nadie le sorprenderá que Disney haya sacado otro remake sin alma y con un montaje tan extraño, y como el original está en el mismo servicio de streaming, realmente no hay razón para ver esta nueva versión. El compositor Alan Silvestri hace todo lo posible por reavivar el sentimiento de cuento de hadas de antaño, pero la autoconciencia equivocada de la película y los cambios poco inspirados no hacen más que desvirtuar el simple deseo de Pinocho de convertirse en un niño de verdad.