Nota: La primera mitad de este texto son nuestra impresiones iniciales, que ya ofrecimos en el análisis en proceso, pues no queríamos publicar una review completa con 'sólo' 30 horas de juego, sin haber jugado el tiempo que entendemos necesario. Si ya empezaste por allí, puedes seguir leyendo a continuación para conocer nuestras observaciones finales y la nota de MGSV.
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En un par de ocasiones sentimos la necesidad de tomarnos un respiro. El que fuera un alegre agente especial se ve ahora hundido en una espiral de violencia y brutalidad cada vez mayor, y hay veces en que resulta hasta difícil de presenciar. Nos hace falta pisar un poco el freno, mirar la pantalla mientras ponemos en orden nuestros pensamientos. ¿Todo esto tiene un propósito? ¿Hay alguna otra opción, hay alguna forma de salir? ¿De verdad tenemos que hacer lo que nos está pidiendo el juego? Pero entonces nos arremangamos, metafóricamente hablando, para ponernos manos a la obra y hacer lo que hay que hacer.
Metal Gear Solid V: The Phantom Pain es, más que nada, un juego brutal. Es un cuento sobre el soldado legendario Snake o Big Boss, de cómo él y todos los que le rodean se pierden a sí mismos entre venganzas, mentiras y traiciones. Hay escenas que sobrepasan de tal forma los límites de la morbosidad que te revolverán el estómago. A veces es demasiado, pero es esta barbarie lo que hace que este último juego de Hideo Kojima sea uno de los títulos que más dará que pensar este año.
Sin embargo, el juego es mucho más que brutalidad. Metal Gear Solid V: The Phantom Pain es un juego enorme y versátil que proporciona muchas, muchas horas de entretenimiento. Tiene una historia larga, montones de misiones secundarias y un mundo amplísimo en forma de dos mapas enormes. Incluso hay una base madre militar independiente que puedes expandir y en la que puedes reclutar soldados, así como un modo multijugador con el que puedes colarte en las bases de otros. A medida que mejoras tu pequeño hogar, también obtienes acceso a un arsenal de armas y equipamiento tan enorme que te hace pensar que alguien de Konami se olvidó de que podrían haber vendido al menos la mitad por separado, como DLC.
Es el juego más accesible de Metal Gear que hemos visto hasta ahora. Los controles en los juegos de sigilo de Kojima se han ido haciendo menos rígidos con los años, y aunque la sensación de disparar todavía es un poco estática, ahora tenemos una cámara que funciona correctamente y un protagonista que hace lo que se le manda, en gran parte. Aparte de esos momentos en los que Snake se resbala por colinas sin apenas inclinación o en los que el caballo sale huyendo justo después de que lo llamemos, no hay casi nada en el juego que parezca innecesariamente complicado o injusto. La verdad es que nuestro nivel de frustración se mantuvo bastante bajo para un juego en el que el más mínimo error puede activar tanto bombas como alarmas.
Cierto es que los encuentros con soldados enemigos pueden parecer un poco impredecibles. La razón es, en parte, que las luces y sombras del juego cuentan más de lo que uno podría pensar: estar tumbado en el suelo te hace invisible, por supuesto, mientras que quedarte de pie te convierte en un blanco muy fácil (un consejo: no lo hagas). Igual que en Ground Zeroes, tienes unos segundos de cámara lenta justo después de que te descubran, que puedes aprovechar para clavar un dardo tranquilizador certero en la cabeza del pobre chico que fuera tan observador como para descubrir a un tiarrón tumbado en el suelo a dos metros de él. Estos pocos segundos de gracia te libran de más molestias de las que querríamos admitir. También hay que destacar que la IA es bastante buena, y que las tropas enemigas suelen comunicarse y comportarse de forma creíble.
No obstante, lo que más disfrutamos del mundo abierto de Metal Gear Solid V: The Phantom Pain no es su tamaño ni las muchas posibilidades que ofrece, ni siquiera la variedad de armas a elegir. Lo mejor es que nos ofrece algo que nunca antes habíamos visto. Vivimos en una época en la que cada vez más juegos quieren desarrollarse en un mundo abierto, ya sea Dragon Age o Ghost Recon, pero incluso estando junto a tantas franquicias de calidad, MGSconsigue destacar positivamente. La estrategia de juego parece única, y aunque algunos elementos nos recuerdan a juegos como Hitman o Far Cry, este Metal Gear Solid es único en su especie.
Más cosas poco habituales para esta serie: quizá el sistema de juego y la historia intentan abarcar demasiado y se quedan algo cortos. En el primer acto del juego parece que transcurre demasiado tiempo entre las secuencias más emocionantes de la historia, y varias de las misiones principales nos parecieron un poco irrelevantes para la trama. Lo que es todavía más extraño es que el segundo acto no presenta suficiente contenido nuevo; en lugar de eso, te obliga a volver a jugar misiones anteriores (con un nivel de dificultad más elevado) para poder progresar en la historia. Es como si una serie de televisión tuviera una segunda temporada en la que los episodios son básicamente una recopilación de los mejores momentos de la primera temporada.
Por suerte, The Phantom Pain es un juego muy adictivo, así que unas pocas horas de repetición no duelen. Estés completando misiones muy tensas, mejorando tu base o secuestrando soldados (o cabras montesas, si nos ponemos), proporciona un entretenimiento brillante que cunde durante docenas de horas. Pero lo que más impresiona no es el número de horas. Lo más memorable son los pequeños detalles; los guiños a otros juegos de Kojima, poner "Take on Me" a todo volumen por los altavoces del helicóptero, y sobre todo, esos momentos en que lo único que hemos podido hacer es soltar el mando y pararnos a pensar si queríamos dejar que Big Boss diera un paso más hacia el infierno. ¿Queremos dejar que eso pase? Todavía no estamos seguros. Sin embargo, al fin y al cabo es un juego demasiado emocionante como para no volver a coger el mando y dar otro paso firme hacia delante. Hacia el final.