Soy un gran entusiasta de este tipo de matinés de aventura. Búsquedas del tesoro, coreografías salvajes, comentarios ingeniosos para ligar y bocadillos de puñetazos, todos estos han sido algunos de los temas recurrentes más emblemáticos de las películas de mi infancia, dirigidas por franquicias como Indiana Jones y Tintín, en particular. Dicho de otro modo, es difícil no ser víctima de la nostalgia con la última aventura en la jungla de Disney, en la que el capitán grandullón de una barcaza (Dwayne Johnson) y una valiente exploradora (Emily Blunt) hacen las maletas para ir a buscar el mítico Árbol de la Vida antes de que lo encuentre un príncipe alemán.
Tras una cansina presentación de los personajes, Jungle Cruise arranca por fin en un escenario amazónico. James Newton Howard nos regala una mágica banda sonora que nos recuerda a John Williams y que acompaña a la perfección a las peligrosas aventuras de Blunt y Johnson. Aquí se aplica la ley de la jungla: come o sé comido, sobre todo entre los personajes principales, que no pueden confiar plenamente el uno en el otro. La mejor descripción de Jungle Cruise es que es una mezcla entre Indiana Jones y Piratas del Caribe, en el sentido de que tiene un humor un poco más adulto y un gran número de muertes, pero no es tan atrevida para andar enfrentándose a nazis, como en la mítica saga de Spielberg. Cualquiera a quien le haya gustado la nueva versión 'family friendly' de Jumanji con Johnson al mando, se sentirá como en casa.
Blunt es una aventurera divertida y encantadora que lleva pantalones, ignorada por la sociedad patriarcal, mientras que Johnson saca a relucir su habitual carisma como capitán extremadamente cínico que está más que encantado de hacer chistes deliberadamente malos. No obstante, es la interacción entre estos dos la que conduce la película, pues es divertido seguir la tensión sexual entre Johnson y Blunt, y los diálogos que comparten son encantadoramente audaces y veloces. El aristócrata alemán interpretado por Jesse Plemons también es maravillosamente malvado, y el hermano tímido de Jack Whitehall es un buen complemento para los personajes tan duros de la película.
La influencia de los Piratas del Caribe vuelve a resurgir cuando los conquistadores zombis se convierten en una de las muchas amenazas de la jungla, lo cual hace que la historia caiga en picado rápidamente. De hecho, la segunda mitad de la película se hace menos interesante a medida que la magia absurda se vuelve más habitual. Del mismo modo, considero que cierto giro del guion esconde bajo la alfombra un conflicto muy necesario entre los personajes principales. El mejor momento de la película era cuando las cosas eran lo más sencillas posible, y probablemente habría sido mejor para ella si hubiera sido 20/30 minutos más corta. Además, hay muchos efectos digitales que son inesperadamente malos para tratarse de una película de la Disney de El Rey León, sobre todo el leopardo. Asimismo, la última escena es sorprendentemente absurda y sosa; al desenlace le falta emoción, pues el director ha optado por la vía fácil.
Pero al final, sin esperarlo me he divertido con la aventura romántica de Jaume Collet-Serra. Es una calabaza tropical desenfadada y extremadamente inofensiva que puede que sea predecible, estrambótica y que esté un poco cargada a partir de su ecuador, pero también consigue entretener en su claro homenaje al género. Tras una serie de experiencias insulsas de Marvel, siento que Disney debería poner más énfasis en este tipo de aventuras cinematográficas que, sin duda, pueden animar los días de lluvia si sabes qué esperar.
Jungle Cruise ya está en cines y también está disponible en Disney+ a través de su plataforma de Acceso Premium.