Epic, conocida entre otras cosas por Gears of War, decidió integrar su tecnología Unreal en un aparato que podías llevar en una mano. Su subdivisión Chair Entertainment hizo magia y el mundo se sorprendió con la impresionante demo tecnológica llamada Epic Citadel.
El experimento no era una prueba sin más. Chair trabajó con él para montar un juego de lucha que se podría describir como Fruit Ninja mezclado con Street Fighter. De la misma forma que Dragon's Lair impresionó en su día con su mundo bello aunque bajo guión y su sencilla entrada de control, uno podía quedarse boquiabierto con Infinity Blade (clic para leer el análisis de hace un año). Pero lo más importante de la demostración gráfica de Chair es que resultó ser muy divertida.
Pese a que su naturaleza lo condenaba a una experiencia corta y repetitiva, la ambientación era de gama alta. Aun así, no era difícil encontrar humor en la trama, un cuento multi-generacional en el que una familia de caballeros envíaba a un luchador solitario a un castillo repleto de guerreros, esperando derrocar al Dios Rey. Pero el héroe de cada generación acababa derribado por la espada mágica del rey, de forma que el juego vuelve a empezar con una cara nueva dispuesta a vengar a sus ancestros.
De pronto te das cuenta de que el ciclo permite a tu némesis recargar el poder de su espada a través del sacrificio continuado de tu familia. Es un argumento de piedra-papel-tijera que garantiza a Chair la cobertura narrativa necesaria para machacar la misma localización.
Pero el sistema de combate era bueno, deslizando el dedo o dando toques en la pantalla para contrarrestar, bloquear, esquivar o pegar tajos y vencer. Lo mismo pasa con Infinity Blade II, pero sumando un montón de ajustes menores y algún que otro cambio significativo bajo la pulida superficie.
Después de cada enfrentamiento puedes saquear al enemigo abandonado, de forma que tu personaje va mejorando. Las mejoras llegan mediante puntos de experiencia, otorgados por emplear ciertas armas o artilugios que se van desgastando con el uso continuado. También puedes encontrar tesoros escondidos, equipamiento y dinero si toqueteas alrededor de los escenarios que vas pasando, y eso sí es igual que en el primer Infinity Blade.
Los XP se dividen en cuatro estados: salud, fuerza, defensa y magia. La magia, como antes, se puede conjurar una vez se carga el símbolo de encarnación, dibujándolo en la pantalla durante la batalla. Eso tampoco ha cambiado.
El verdadero cambio es que el juego es ahora una gallina de los huevos de oro glorificada, pero cuesta darse cuenta de todos los cambios a primera vista.
En primer lugar, puedes insertar gemas entre tu equipo. Así consigues infligir más daño o conseguir más XP, según te interese. Con la fusión de gemas, por otro lado, puedes conseguir que el equipo dure algo más antes de agotarse.
Para aderezar el juego un poco más, ahora también hay un bonus de XP si cumples requerimientos específicos adicionales, como ganar sin usar la magia o realizar diversos combos de golpes o bloqueos. Un pequeño detalle, pero que consigue refrescar las peleas.
Todas las armas han recibido una puesta a punto. Puedes decidir llevar una en cada mano como en Skyrim, por lo tanto pasando del escudo y bloqueando con las armas. Así eres mucho más propenso al daño, pero por contra propinas golpes mucho más fuertes y combinas mejores secuencias de golpes.
También puedes blandir armas a dos manos, como un hacha de combate que puede bloquear ataques. Así también se expande el estilo de juego.
Además, Infinity Blade II cuenta una nueva historia. Si no te interesa mucho, o no quieres conocerla aún, sáltate el siguiente párrafo.
El juego sigue la trama donde la dejó la primera entrega. Al fin has conseguido derrotar a tu oponente demoníaco, o al menos eso piensas. Resulta que todo forma parte de un plan más grande, un plan que ha tomado algunas notas del cuaderno de Assassin's Creed. Eres parte de un proyecto de pruebas, disculpando el desarrollo piedra-papel-tijera del primer juego. Fuiste tú el que tomó el papel de todos tus familiares. Por qué estás condenado a vagar eternamente y repetir el mismo ritual una y otra vez es la clave de esta historia. Pese a las similitudes temáticas, lo cierto es que está bastante bien llevado.
El lenguaje extranjero del predecesor se ha reemplazado ahora con actuación de voz en inglés, y funciona bastante bien aunque aquella lengua tenía su aquel.
Aparte de una breve introducción para calentar y aprender el manejo básico, hay un nuevo castillo, mucho más grande que el anterior y que abre nuevas rutas de juego incluso tras "darle la vuelta" varias veces. Entre ellas, hay una arena de combate.
Aún es complicado clasificar Infinity Blade II. Parece una increíble demostración tecnológica con algo más de chicha en esta ocasión, ofreciendo una genial experiencia y una historia cuyas capas sólo se van conociendo cuanto más juegas, por lo tanto dando una razón más allá de la repetición machacona.
Quizás no presente el mismo tipo de gancho que el original, si eso era enfrentarse a los mismos diez enemigos una y otra vez. Llegar, hacer las cosas, robar la corona del rey. Pero Chair y Epic han apañado el asunto incluyendo mucha más variedad de personajes y de estilos de lucha. Los oponentes también pueden fintar, e incluso cuentan con magia entre sus habilidades. Finalmente, las opciones del menú de juego prometen nuevos enemigos a combatir a través de futuras actualizaciones gratuitas.
En resumen: si te encantó el primer Infinity Blade, tienes más historia, más variedad, más finura, más detalles y más combinaciones de equipamiento en Infinity Blade II. Para ser sinceros, esperábamos encontrar un clon del original y ya teníamos preparada una nota inferior para demostrar la falta de diferenciación de esta segunda parte. Pero con tantas novedades, hemos recibido un espadazo y antes de morir te decimos: hazte con él.