Final Fantasy XVI: Echoes of the Fallen

Han pasado seis meses desde que Clive, junto con Jill, Torgal, Cid y varios otros personajes memorables, luchara para evitar el fin del mundo y vengar a su familia. Kazutoyo Maehiro ya ha dicho varias veces que aquello no sería lo último que veríamos de ellos, y durante The Game Awards se mostraron por fin las dos expansiones de Final Fantasy XVI, la primera de las cuales, Echoes of the Fallen, salió a la venta ese mismo día. Un reencuentro entrañable que ofrece grandes contenidos, aunque esperábamos un poco más.

Echoes of the Fallen tiene lugar durante la historia del juego y no después. Sin embargo, los jugadores que ya hayan completado el juego pueden seguir experimentándolo cargando un archivo de guardado que te devuelve a ese punto justo antes de comenzar la última misión principal. En la expansión, Clive se entera de que un nuevo cristal negro ha empezado a aparecer en el mercado negro después de que él destruyera todos los cristales madre. Pronto él y la banda atrapan a los vendedores, que le conducen a un pasadizo sellado que le lleva a algo llamado el Sagespire. Una torre equipada al máximo nivel con monstruos que esperan a que un intruso llegue hasta ellos.

La primera expansión del juego es muy lineal, en la que el jugador tiene el objetivo de llegar a lo más alto de la torre y en la que cada planta le presenta verdaderos desafíos consistentes en viejos y nuevos tipos de enemigos. Cuando digo desafíos, me refiero a verdaderas pruebas, ya que la expansión obliga al jugador a haber alcanzado un nivel alto para no ser eliminado en poco tiempo. Este análisis se basa en el modo "Fantasía final", que se desbloquea tras completar el juego una vez y en el que todos los enemigos a los que te enfrentas son de nivel 80 como mínimo.

La configuración es muy parecida a la de una larga incursión, ya que no tienes forma de salir de allí y te ves obligado a usar medicinas con moderación, mientras recoges algunos suministros por el camino. En el camino, también hay algunas piezas nuevas de equipo que puedes recoger y que resultan muy útiles en esta expansión sorprendentemente difícil. Entre otras cosas, puedes encontrar equipo que puede ralentizar el tiempo aún más de lo habitual en las batallas o darte una segunda oportunidad para sobrevivir a un golpe que de otro modo sería mortal. Sin ellos, esto habría parecido algo sacado de Dark Souls o Bloodborne de FromSoftware. El jefe final, Omega, es sin duda su jefe más difícil, y por muchas veces que haya muerto jugando a la expansión, nunca he muerto en mis 70 horas con el juego.

Echoes of the Fallen dura unas tres horas, lo cual es justo por lo que cuesta. Jugar contra enemigos aún más duros y experimentar así Final Fantasy XVI en un nivel de dificultad más duro que antes fue muy refrescante y algo que me habría gustado ver más en el juego original. Sin embargo, en lo que respecta al añadido a la historia principal, deja mucho que desear, ya que nunca llega a ser muy interesante, pero preferiría argumentar que hay misiones secundarias más interesantes que esta historia secundaria ligeramente más larga. Una vez derrotas a Omega, no hay mucho más que hacer y el entorno en el que se desarrolla la expansión vuelve a ser inaccesible para visitarlo, así que la probabilidad de que pases muchas más horas con Final Fantasy XVI después de esto es muy baja.

En resumen, Echoes of the Fallen (o Ecos de los Caídos) es una buena expansión que ofrece emocionantes e intensas batallas contra jefes. Sin embargo, no hace mucho más que eso. La historia no es algo que vaya a recordar al cabo de unas semanas y lo cierto es que, para empezar, nunca resulta muy interesante. Esperemos que la segunda expansión, The Rising Tide, ofrezca algo diferente y esté más dirigida a los que quieren una historia interesante. Sin embargo, aquellos que solo quieran más del sólido combate del juego y la estructura tipo raid encontrarán muchas alegrías en Echoes of the Fallen.