Bajo una nube de humo que se elevaba del fracturado paisaje de Gaza, los tanques israelíes avanzaron el miércoles más profundamente en las regiones central y meridional del enclave, reavivando un conflicto que permanecía latente desde enero.
La ofensiva terrestre, descrita por Israel como un esfuerzo centrado en esculpir una zona tampón que divida Gaza, se produce después de varios ataques aéreos en los días anteriores, lo que ha provocado una dura condena de los líderes mundiales.
La ofensiva militar en el corredor de Netzarim se produce después de que en un solo día se registraran más de 400 muertes palestinas, lo que ha hecho añicos una frágil tregua que había ofrecido un respiro efímero a los civiles que navegaban por calles sembradas de escombros y recibían cada vez menos ayuda.
Hamás acusó a Israel de orquestar un golpe total contra el alto el fuego sellando rutas de evacuación críticas, mientras que Israel defendió sus acciones como necesarias para desmantelar la infraestructura de Hamás, alegando que el grupo había aprovechado la pausa para reagruparse.
Mientras las familias israelíes se concentraban contra el primer ministro Netanyahu, exigiendo que se actuara en favor de los rehenes restantes, los hospitales de Gaza se desbordaban de víctimas, y sus paredes se hacían eco de historias de desplazamiento y hambre en un territorio donde 49.000 personas han perecido desde octubre.
Las Naciones Unidas advirtieron de una escasez catastrófica de ayuda, las naciones árabes presentaron planes de reconstrucción estancados y las potencias occidentales condenaron la violencia, aunque se agudizaron las divisiones sobre la responsabilidad. Por ahora, queda por ver cómo se desarrollará la situación.