Análisis de Cozy Grove

Cozy Grove es un simulador social que resulta una mezcla entre Animal Crossing y ¿Dónde está Wally? En este juego encarnamos el papel de un personaje scout que se ha quedado atrapado en una isla, cuyos habitantes son unos amigables osos fantasma que por lo visto siempre están perdiendo cosas. Se trata de un juego adorable con un buen estilo artístico y un uso innovador de los colores. Sin embargo, la rutina de partida acaba siendo repetitiva, puesto que hay pocas actividades diferentes por hacer cada día.

En primer lugar, vamos a comentar el rendimiento. Cozy Grove presenta problemas en Nintendo Switch: cada vez que completamos una misión, la tasa de imágenes cae considerablemente, así como cuando vamos corriendo por la isla. Se puede jugar, pero puede resultar molesto. Definitivamente debería funcionar mejor, ya que no cuenta con una gran intensidad gráfica. En la versión portátil de la consola, funciona prácticamente igual.

El juego se desarrolla con lentitud, pero esa es la intención. Empieza con un sencillo editor de personajes no binario y, a continuación, nos da una misión en la que tenemos que ir a buscar algo. Vamos a tener que hacer muchas misiones de recadero. De hecho, la dinámica del juego se basa en este tipo de misiones, puesto que cada oso que desbloqueemos nos pedirá que busquemos algo, lo cual podemos hacer cuando nos venga bien. Encuentra este libro perdido, tráeme tres pescados poco comunes, recupera la zanahoria que me ha robado este granuja (pequeños espíritus)... ese tipo de cosas. Se vuelve repetitivo muy pronto, por desgracia. No obstante, si te apetece tener una rutina de veinte a cuarenta minutos cada día, este juego te puede ofrecer horas de contenido.

Antes de que digas: "Bueno, ¡Animal Crossing: New Horizons es igual!", personalmente considero que le falta algo. No da la sensación de que la isla sea nuestro hogar, con osos estáticos y una gama de colores grises. Parece que la inercia de los osos está hecha para saber dónde encontrarlos cada día para obtener misiones, pero ha afectado al nivel de inmersión que he tenido al jugar, ya que las cosas no cambian nunca.

La escala de grises se colorea tras completar las misiones, pero al día siguiente vuelve a su estado original. Solo podemos cosechar ciertos recursos coloreados, de forma que es más sencillo encontrar los objetos. Sin embargo, aunque me encanta lo creativo de este concepto, resulta un fracaso y convierte la partida en una tarea rutinaria.

Otro de los problemas que le encuentro al juego es que los ítems coleccionables son muy sosos. Hay cientos de ellos, pero ninguno resulta único (excepto quizá algún pez raro), y el proceso de colocarlos en el equivalente de lo que sería el museo del juego es una pesadilla. Solo podemos colocar uno a la vez y después nos toca volver a empezar el diálogo entero, lo cual alarga artificialmente el tiempo del juego y se hace pesado. No obstante, los objetos decorativos están bastante bien y son bonitos, podemos encontrar desde muebles hasta macetas con plantas, pero no tienen objetos con los que se pueda interactuar, lo cual es una pena.

El estilo artístico de Cozy Grove es lo más destacado, pues se trata de un estilo dibujado a mano como el de Don't Starve, con una perspectiva isométrica similar. Cuando las zonas se colorean, el contraste con el blanco y negro es impresionante, y "pintar" la isla al colocar lámparas para extender la luz, por ejemplo, está guay. Lamentablemente, los colores también pueden ralentizar el juego, pero no lo suficiente como para afectar demasiado a la partida. El diseño de sonido también cumple, ya que refuerza la sensación de estar en una tienda de campaña. Eso sí, la melodía principal se vuelve tan tediosa como una partida prolongada, por lo que preferiría que hubiera algunas canciones más.

En general, vale la pena jugar a Cozy Grove. Es una adorable alternativa a Animal Crossing, aunque no considero que llegue a igualar su nivel de inmersión (que nunca ha sido muy alto, en realidad). Pese a ello, su estilo artístico y su original uso de los colores puede que sea suficiente para que merezca su interés, pero su repetitiva rutina de partida, por desgracia, a mí se me ha hecho demasiado pesada.