He de decir que al principio me impactó que Bright Memory solo costase 7,99 €, ya que es un título que a primera vista no pintaba nada mal y recordaba a un Doom Eternal corto de presupuesto. No obstante, lo que te dan suele ser por lo que pagas, y Bright Memory es básicamente la parte inicial de Bright Memory: Infinite, que saldrá el año que viene.
Esto significa que te embarcarás en una aventura bastante corta, pero la verdad es que tampoco me arrepiento de que sea así, ya que no me quedé con ganas de más. Principalmente porque ya se lanzó para PC el año pasado, y tengo que decir que nunca había visto una adaptación para consola con tan pocos cambios en mi vida, dado que lo que te encuentras son un puñado de configuraciones de PC, y algunas de ellas se han desactivado o bloqueado en calidad mínima. También viene con V-sync, lo que hace que el juego se enganche un poco hasta que lo activas y se esfuma el problema.
Tampoco quiero pasarme de la raya comentando los detalles técnicos, puesto que se trata de un título diseñado por una sola persona, y, visto de esta manera, es una especie de obrilla maestra, pero la verdad es que sigue sin servirme este argumento. Bueno, habiendo dicho todo esto, vayamos al grano. ¿Qué tal el juego? Que tenga que andar toqueteando los ajustes me da igual si estamos hablando de una hazaña videojueguil.
Aquí no se van por las ramas y, tras percatarte de una traducción un tanto dudosa, te meten de lleno en el personaje de Sheila. Tanto su identidad como su objetivo principal no quedan muy claros, pero la verdad es que está muy bien hecha y tiene un par de movimientos que, a pesar de todo, han hecho que me acabase gustando. Eso sí, hasta que empecé a jugar de lleno, porque te das cuenta desde el primer segundo que algo no va nada bien. Pues parece que el estudio, FYQD, ha hecho que los movimientos X e Y del personaje sean a la misma velocidad (seguramente porque habrán cogido el WASD del teclado y lo han encajado de aquella manera en el mando), y esto es algo que no se puede cambiar. He tenido que bajar la sensibilidad de Sheila una barbaridad para que al menos sea jugable.
Nuestro personaje también puede deslizarse rápidamente hacia los lados, algo muy acertado, pero también cabe señalar que normalmente lo acabas ejecutando de mala manera y haces cosas que no quieres o te despeñas por algún borde y te suicidas. Por otro lado está el sistema de combate, que es lo mejor que se puede sacar de Bright Memory. Te permite aniquilar a los enemigos mediante una buena combinación de botones. No me voy muy lejos si lo comparo incluso con los combos aéreos de los juegos de lucha.
Eso sí, que sea lo mejor del título no hace que sea divertido. Con los enemigos, una de dos: o los matas en un pispás o son auténticas esponjas de balas capaces de soportar una cantidad demencial de daño y de masticar plomo como si de cereales se tratase, algo que recuerda bastante al último Serious Sam. Los combates de jefe final duran tanto que te acabas cansando de todo lo que ocurre a tu alrededor. También puedes ir desbloqueando unas pocas habilidades en un sistema de niveles muy limitado, tanto que prácticamente no añade nada de nada.
Así que, ¿no hay positivo en él? Bueno, he de decir que la presentación y el diseño son buenos. Mientras jugaba, rondaba por mi mente el deseo de que acabase siendo un título mejor hecho, ya que el diseño es fantástico. Además, la banda sonora recuerda a las aberturas de anime de los 80, algo que ha hecho que mi corazón manga se ablandara un poquito. Ya sé que suena mal, pero no tengo ningún problema en decirlo: agradezco que sea tan corto. Me ha llevado unos 30-40 minutos llegar al final, y puedo asegurar que no me hubiese gustado tener que emplear más tiempo en acabarlo cuando tengo incontables títulos que disfrutar este otoño.
El año que viene con Bright Memory: Infinite tendremos el pack completo, y aún está por ver si el estudio tiene el tiempo suficiente para mejorarlo y diseñar algo más apto para consolas y con mas chicha. No obstante, no creo que esto sea así, ya que, como he dicho antes, el hombre que se encarga de diseñar la obra trabaja por su cuenta, y tiene horas y horas de trabajo por delante.