Me encanta la antología satírica de ciencia ficción de Charlie Brooker y no puedo decir cuántos cientos de veces he recomendado mis episodios favoritos de White Christmas, The Entire History of You, San Junipero y Metalhead a personas de mi entorno con voz enérgicamente apasionada. Esos cuatro episodios son brillantez en estado puro. Lo mejor que Netflix ha producido nunca y episodios a los que vuelvo una y otra vez. A menudo.
Como resultado, la espera de la sexta temporada ha sido larga. Larga y tediosa. Tenía más o menos contados los días para el estreno y anoche la vi entera, del tirón. Las cinco horas. Y me siento satisfecho pero no impresionado. Black Mirror siempre ha sido desigual, lo que forma parte de su atractivo. Una antología con diferentes equipos de producción, directores y actores basada en ideas y premisas completamente distintas debe permitirse divergencias. Alto, bajo, ancho... Al igual que Love, Death and Robots, esto es parte de lo que hace que Black Mirror sea tan bueno. Una temporada en la que, por cierto, he visto más visos de terror y menos de ciencia ficción. Pero no por ello pierde su esencia.
La sexta temporada arranca con el episodio Joan es horrible, una sátira fantásticamente divertida de la histeria actual por los deepfakes y la inteligencia artificial, en la que un superordenador de Netflix destroza por completo la vida de una directiva aparentemente normal y corriente, convirtiendo sus errores en un dramático entretenimiento televisivo de viernes por la noche. Me reí a carcajadas en varias de las hilarantes escenas y el final me pareció tanto inteligentemente escrito, como inteligentemente interpretado. Casi igual de bueno fue el episodio Loch Henry, sobre un aspirante a documentalista y su ambiciosa novia, cuyo sorprendente descubrimiento de un terrorista en su casa del campo les lleva a intentar averiguar la verdad sobre el asesino en serie del pueblo, muerto hace mucho tiempo. Inquietante, humana, elegante y, hacia el final, extraña y emocionante al mismo tiempo, y con una interpretación magistral.
El episodio de Josh Hartnett, Beyond the Sea, sobre la inteligencia artificial y la conciencia fue, en mi opinión, el más flojo de esta temporada, junto con la historia de paparazzis Mazey Day, en la que una matanza de hombres lobo inquietantemente oscura nunca llega a ser emocionante o interesante porque la actuación es floja y el ritmo demasiado lento.
Demonio 79 está ambientado en los años 70 y es, con diferencia, el episodio más bonito de la temporada en cuanto a escenografía y fotografía, pero al igual que Mazey y Sea, nunca termina de despegar y da la sensación de que se alarga y necesita un montaje más nítido y coherente, más dinamismo. En general, la sexta temporada no está nada mal, pero tampoco es la super-temporada que esperaba.
Comparada con Blanca Navidad, Toda tu historia, San Junípero o Cabeza de metal, no hay nada en esta temporada que pueda competir con lo mejor de Black Mirror en el pasado. Ni por asomo.