Quizás Birds of Steel no tenga la premisa más tentadora de la historia (y sin duda no es el concepto más original), pero detrás de esa impresión poco llamativa se esconde un simulador que vuela por encima de la mayoría de la actual generación de consolas.
Desarrollado por Gaijin Games, que ya trabajaron duro en el género con el bien recibido Il-2 Sturmovik: Birds of Prey, Birds of Steel no tarda en demostrar su profunda atención al detalle. Solo con el menú principal, que va presentando un avión tras otro, es fácil sorprenderse con la devoción del equipo por la autenticidad.
Este compromiso con la realidad se extienda a casi todos los aspectos del juego, con niveles diseñados a partir de fotos de satélite de batallas míticas, así como intros para cada misión en solitario que informan de las tácticas y sitúan el contexto. Hasta Stephen Fry aparece para narrar algo de metraje en blanco y negro y dar un toque de clase.
También se traduce a la jugabilidad, donde el énfasis se pone en pilotar un avión como es debido. Aquí no hay sinsentidos a toda velocidad a lo Ace Combat: esto es un simulador a la antigua. Por suerte, el juego ofrece hasta tres niveles de dificultad, abriéndose para todo tipo de jugadores.
Sin embargo, estas dificultades no están diseñadas para hacer el juego simplemente más fácil o complicado, sino que cada una aporta al juego una sensación diferente. La más simplificada consigue levantar la mano lo suficiente (por ejemplo, evitando que hagas un rizo) como para que la acción sea más veloz e inmediata, con una mezcla de realismo y combate estilo arcade.
Por otro lado, las dificultades superiores, como Realista y Simulador, te obligan a prestar atención a los factores externos, convirtiendo las misiones en una tarea de micro-gestión táctica sobre lo que puedes conseguir con lo que tienes en cada momento.
Por todo esto, es increíblemente frustrante que la campaña en solitario sea tan inconsistente a la hora de cumplir la enorme promesa del juego.
La campaña Histórica (la de los comentarios de Fry) te suelta en algunas de las batallas más memorables entre las fuerzas americanas y niponas. Clásicas como Midway, Guadalcanal o Pearl Harbour no faltan a la cita, pero los problemas con la campaña comienzan a surgir muy pronto.
Las misiones siguen una estructura muy rígida: despegar, ir al punto A, combatir contra aviones o barcos, volver a la base. Aunque algunas misiones mezclan esto con un punto B o incluso una emboscada, nada consigue destacar realmente o refrescar una fórmula que ya se ha caducado en la cuarta misión.
También es en el juego en solitario donde los gráficos y el sonido destacan por el lado malo.
Aunque las naves se benefician de esa obsesión por el detalle, el resto de los entornos sufren en comparación. Los escenarios puede que sean precisos y modelados a partir de fotos de satélite, pero los deberían pulir mucho más para que no quedaran tan sosos.
Y pese a que la banda sonora tiene un agradable toque heroico, la mayoría de las misiones te obligan a escuchar toda una serie de órdenes con demasiados ruidos. Estaría bien escuchar lo que están diciendo realmente, en lugar de tener que esperar a que el objetivo aparezca en la parte inferior de la pantalla.
Pero no es una completa pérdida de tiempo, porque algunas misiones ofrecen momentos de verdadera euforia. Las primeras misiones americanas que tienen que ver con Wake Island destacan, enfrentándote a enjambres de cazas japoneses que te invitan a reducir su número, sabedores que estás en desventaja frente a las oleadas de aviones que can sobre ti. Estos momentos suponen un atisbo de lo que podría haber sido la campaña, pero también destacan los puntos fuertes de la jugabilidad.
Es un alivio que la campaña no abarque una porción significante del juego, pues el placer lo aporta el multijugador. Se puede elegir entre cooperativo a cuatro jugadores (algo que sale mucho mejor con amigos reales que con los que designa la Xbox) o escaramuzas para 16 pilotos. Las partidas a muerte son la forma más rápida de adquirir XP para liberar nuevas aeronaves, pero la diversión no está realmente en coleccionar los 100 aviones que esconde el juego, sino en volar online y seguir derribando oponentes reales.
Además de la oferta habitual, también está la Campaña Dinámica, que te permite reescribir la historia de batallas clave. Los fanáticos de la historia encontrarán un plus en eso de juguetear con el pasado, mientras que estos niveles aportan mucho más que las reducidas misiones en solitario. También ayuda sobremanera que puedas jugar con amigos.
Cuando atraviesas la columna de humo de un caza que cae lentamente en espiral después de tu ataque, mientras procuras sentir un solo rayo de sol en tu cabina pringada de aceite, Birds of Steel es incomparable. Consigue la complicada mezcla entre emoción y simulación.
Aun así, la falta de cuidado en diversas áreas clave complica una recomendación total. Tiene el potencial tanto para emocionar como para frustrar, pero cuando encaja, sin duda te eleva desde tu sillón.