No me escondo. Soy de los que más disfrutaron de Assassin's Creed Valhalla cuando salió en 2020. En aquel entonces la línea de la serie buscaba un enfoque más pausado, con un giro mayor a la acción y a la exploración de un vasto mundo abierto. Pero tras más de dos años de contenidos, 180 horas de partida y haber conseguido todo lo que las regiones nórdicas y las islas británicas tenían que ofrecer, no pienso tocarlo nunca más. Porque al tiempo que culminaba la historia de Eivor, también lo hacían mis ganas de meterme en otro inabarcable pozo de horas repartiendo hachazos y sacando muy de tanto en tanto una hoja oculta, que más que un arma, parecía un accesorio.
Se estaba perdiendo la esencia de la serie Assasin's Creed, y por eso cuando se anunció Mirage sentí como un rayo de esperanza rebotaba en las arenas del desierto que vio nacer la franquicia hace ya más de 15 años para devolvernos un poco de su espíritu y congraciarse con el credo. Porque da igual que los llames Asesinos u Ocultos, el Credo siempre prevalece, y su precepto principal es "Actuamos en las sombras para servir a la luz". Y AC Mirage quiere que todos volvamos a la senda original. ¿Era esto lo que la serie necesitaba para mantenerse en la primera línea?
Corre el año 861 y comenzamos nuestra aventura en Anbar, en el corazón de la actual Irak. Encarnamos al joven carterista Basim Ibn Ishaq (un personaje más que conocido por su papel en Valhalla) que, junto a su amiga Nehal, se gana la vida robando todo lo que brilla en los bolsillos de la gente en la bulliciosa ciudad de Bagdad. Basim es un personaje bastante complejo incluso en su juventud: una parte de él es despreocupada y encantadora, y la otra es un hombre con un fuerte sentido de la justicia que siempre busca ayudar a los que luchan por cambiar las injusticias que supuran en la sociedad que le rodea.
En estos tiempos del Califato Abasí, los Ocultos se encuentran en un período de asentamiento y lucha activa contra la orden, construyendo la futura fortaleza de Alamut que conocimos en el primer Assassin's Creed, y la existencia de la organización de los Ocultos es conocida entre la sociedad. El joven Basim quiere ser parte de ellos, y colabora con pequeñas acciones a la espera de una oportunidad mayor. Pero cuando esta se presenta, fracasa estrepitosamente, lo que da lugar a una tragedia entre sus cercanos que le hace abandonar su hogar y a cuantos conoce para esconderse en el desierto y comenzar su iniciación como Oculto, al tiempo que jura venganza contra los responsables de su pérdida, la Orden de los Antiguos, que maneja los hilos de Bagdad tras el califa. Y tras años de entrenamiento bajo la tutela de la maestra Roshan, regresa a la capital para cumplir con su deber como Iniciado.
La narrativa aquí es mucho más directa que las últimas entregas de la serie, con pequeñas cadenas de misiones para detectar a los objetivos y después una misión de infiltración mayor para darle caza. Me gusta el ritmo que impregna a la partida, porque en ningún momento te sientes perdido o te aburres dando una caminata eterna hasta el siguiente objetivo. Sí, Bagdad es una ciudad muy poblada y llena de recovecos, pero el mapa general en realidad es bastante comedido y todo está bastante cerca, para que puedas ir andando, en caballo, o en dromedario.
Bueno, hablaba antes de regresar al modelo centrado en el sigilo y la selección de objetivos para el asesinato, pero con matices. Porque está claro que aquí tendremos el mismo combate y acción que estrenamos con Origins, solo que ahora es la opción que el juego nos invita a usar como último recurso. Disponemos de una combinación de armas cuerpo a cuerpo formado por espada y daga, que actúa como 'parry' en los enfrentamientos abiertos, y con un surtido de herramientas de asesino como los buscapiés, las trampas, la cerbatana con dardos (letales o no) y los siempre fiables cuchillos arrojadizos, entre otras. Esta mayor variedad evidencia el impulso de Ubisoft por buscar soluciones creativas a cada misión de Basim. Además, las misiones principales también ofrecen opciones de oportunidad para colocar al objetivo en una situación que nos sea ventajosa para hundirle en el pecho nuestra hoja oculta: bien sea buscando una llave, provocando una situación que le haga ser descuidado, o movilizar a personajes NPC del entorno para que nos acerquen o generen distracciones para los guardias.
Aunque se puede entrar y salir sin ser visto de las misiones, lo más probable es que tras acabar nuestra mortífera labor haya que salir muy rápido de allí y con los guardias pisándonos los talones. El sistema de parkour nos permite saltar los muros de adobe, subirnos a las tablas y escalar atalayas para buscar cobijo, pero a pesar de ello, tendremos un medidor de notoriedad que no nos dejará respirar tranquilos hasta que arranquemos los carteles de "Se busca" de los muros de las plazas o paguemos a un pregonero para que despeje las dudas entre los ciudadanos sobre nuestros crímenes, porque si no nos delatarán a cada paso que demos.
En los suburbios de Bagdad tendremos a nuestra disposición comerciantes, herreros y sastres con los que llenar nuestras bolsas de herramientas y mejorar nuestras armas y trajes, usando los materiales que nos dan como recompensas de misiones secundarias, o por los cofres que hay repartidos por el mundo. También hay otros cofres dorados más importantes, en los que encontramos nuevo equipo y diagramas de mejora de los que ya tenemos, sin los cuales nuestra tarea se volverá muy dificil.
Quizá de entre todas las actividades secundarias que aumentan la oferta en Assassin's Creed Mirage, la del hurto sea mi favorita. Como "rata callejera" que fuimos, Basim tiene una habilidad excepcional para vaciar bolsillos, y los desafíos de nuestro perista Dervis son un pasatiempo estupendo entre muerte y muerte. Tampoco me desagradó explorar las calles buscando a los mensajeros de la orden que portan unas misteriosas esquirlas con las que desbloquear uno de los mejores conjuntos de arma y armadura del juego. Obra de los Inu, claro, que aquí también tienen un papel relevante para el desarrollo del futuro Basim.
Quizá por centrarse más en esquivar que en combatir, hay menos variedad de enemigos que en otros juegos, aunque todos, desde el soldado raso hasta los temibles Shakiriyya, el equivalente a los inmortales que vimos en la película de '300'. Todo el combate a melé se basa en el contraataque, así que lo mejor es acostumbrarse cuanto antes a aprender los patrones de ataque, contraataque y esquiva de cada uno. Es más simple que en Valhalla, pero es porque es casi siempre una opción.
Hasta aquí podría decir que todo lo que he dicho de Mirage ha sido positivo, pero como en casi cualquier título, toda luz arroja unas sombras. En este caso lo digo de forma literal, ya que el modo rendimiento a 60 FPS funciona de maravilla, pero los bugs visuales (especialmente en temas de iluminación y sombreado) eran bastante molestos. La IA de los enemigos tampoco ha mejorado bastante, y es un poco chocante que en momentos de combate a plena vista, algunos enemigos se den la vuelta y ofrezcan la espalda y el cuello para ser rebanados. Pese a ello, el conjunto general sale en positivo, y me ha gustado esta vuelta moderada de la serie a sus inicios. Mirage no es el Assassin's Creed revolucionario que algunos esperaban, pero desde luego mantiene viva la llama de la serie hasta la siguiente iteración, que parece mirar más al Lejano Oriente.