Análisis de Far Cry 3: Blood Dragon

Estamos en el futuro. Más concretamente, en el año 2007. Por un lado, tenemos a Rex Power Colt, un cibercomando con un brillante ojo rojo y una pasión desmedida por patear traseros, quien tiene la dura misión de salvar a la humanidad. Por el otro, tenemos a un coronel con el dedo sobre el botón de destrucción masiva, en un mundo ya devastado por la guerra nuclear. Es la hora del enfrentamiento.

Far Cry 3 y Blood Dragon no tienen tanto en común como podría pensarse en un principio. Comparten mecánicas muy similares, ambos están ambientados en islas tropicales plagados de ruinas antiguas y ambos son increíblemente violentos. Pero eso es todo. Far Cry 3 nos presentaba una ambientación actual, una historia oscura con elementos irónicos y bellos entornos bañados por el sol; pero Blood Dragon es una oscura parodia a la ciencia ficción de los años 80.

Far Cry 3 giraba en torno a la locura. Blood Dragon es una locura.

Las cosas empiezan muy bien. El tono áspero de Rex Colt (interpretado por Michael Biehn) nos pone en situación. Aprendemos las mecánicas básicas, pero se nos presentan de una forma tan hilarante que no nos quedan dudas de lo que nos vamos a encontrar en esta campaña descargable. Se nos dice explícitamente cómo caminar, mirar y correr. Un Colt exasperado le dice a la voz del HUD que se vaya a dar un paseo (empleando términos para mayores de 18 años), dado que sabe lo que está haciendo y nosotros también lo sabemos, pero eso no impide que el tutorial nos indique exactamente todo lo que necesitamos saber. Es una corriente obtusa que se prolonga hasta el final de la campaña, ya que el equipo responsable de Blood Dragon disfruta rompiendo la cuarta pared y haciendo burla de sus propios sistemas y mecánicas.

Una de las pocas quejas que teníamos del Far Cry 3 original eran los aspectos más mecánicos del juego. Recoge todas estas pieles; usa esta arma concreta para matar a esos malos; recoge estos artefactos inútiles. Y la lista sigue. Ubisoft usa Blood Dragon como un medio para burlarse de esos mismos elementos de juego. Es toda una hazaña en las parodias de los videojuegos, y posiblemente el juego paródico más asombroso que hayamos jugado nunca.

No es solo el chiste recurrente de burlarse de su propia mecánica jugable lo que nos ha hecho reír. La propia historia es hilarante, desde diálogos irónicos hasta escenas de vídeo pixeladas de forma absurda; destila humor por cada poro. Los incisos y las grandes machadas que suelta Colt mientras saquea la isla son también muy asombrosos. El único problema que tienen es que no hay suficientes, y esas frases tan llamativas (muchas de ellas son obvios homenajes a grandes frases de películas clásicas de los 80) se reciclan con demasiada frecuencia, reduciendo un poco su impacto. Sin duda, en este aspecto menos hubiese sido más.

La propia isla, aunque cuenta con muchos de los elementos que ya se veían en FC3, se antoja muy diferente. Fundamentalmente es por la iluminación, oscura y sombría. Casi todo objeto creado por el hombre está recubierto por luces de neón (un nuevo homenaje a la visión del futuro que se tenía en los años 80), pero no es suficiente para dotar a Blood Dragon del mismo brillo que su predecesor. No tiene tan buen aspecto, a pesar de su estética estilizada.

El título, Blood Dragon, hace referencia a los lagartos gigantes que habitan en la isla. Como cabría esperar en un juego que ya ha demostrado ser una locura, estas gigantescas criaturas tienen un brillo de neón que refleja su estado anímico (verde si están calmados, amarillo si están alerta y rojo si van a comerte) y, además, disparan láseres por los ojos. Sus barras de vida son enormes y, por tanto, son difíciles de vencer, pero también se pueden usar como herramienta de combate. Si lanzamos corazones cibernéticos, que arrancaremos a los enemigos derrotados, irán a por ellos, alejándose de nosotros en dirección a nuestros enemigos. Serán grandes, pero no son muy listos.

Al igual que en Far Cry 3, habrá bases que destruir, que están distribuidas por todo el mapa. Acabar con un complejo de soldados sirve para que la zona sea segura y se puede usar el viaje rápido a partir de ese momento. Una vez capturada, la base se llenará de científicos armados (están en guerra contra las tropas de la isla, de forma bastante similar a los nativos y los esclavistas de FC3) y contará con misiones secundarias. Muchas de estas misiones son muy sencillas: rescatar a un rehén usando el sigilo, matar a los enemigos con un arma concreta o cazar a la fauna local. Nada especialmente original.

Capturar una base no es tan divertido en Blood Dragon como lo era en Far Cry 3. En el original, estos escenarios no eran el eje central del juego, pero sí que se convertían en una divertida distracción mientras vagábamos por el mapa. Podías planear un ataque desde lejos y llevarlo a cabo con estilo. Aquí, la emoción de preparar un asalto arriesgado se ve suavizada por los altos muros que reducen tu habilidad para estudiar el entorno y los cuellos de botella que te obligan a entrar desde puntos concretos. Aunque todavía hay bastantes opciones: se pueden desactivar los escudos, atraer a los Blood Dragons a la pelea o iniciar un combate sigilosamente.

Estas bases (y las misiones secundarias resultantes) son, básicamente, la mitad del juego. Hay como una docena y se tarda entre tres y cuatro horas en completarlas todas. Tal vez algo más, dado que están muy lejos unas de otras; posiblemente, estén demasiado lejos unas de otras, ya que acaban pareciendo una tarea algo anodina, sobre todo cuando la recompensa no es tan satisfactoria como debería. Las misiones secundarias empiezan a hacerse repetitivas tras haber completado un par de ellas.

Pero las misiones de la historia principal son mucho más satisfactorias y todo buen recuerdo que os quede de este juego será gracias a ellas. El guión es fantástico, divertido y está rebosante de homenajes. Hay un montón de momentos destacable que no quiero destriparos, pero si apreciáis el sarcasmo y los shooters, esos momentos son indispensables. Algunas de las situaciones que se viven hacia el final del juego son épicas. Hay Un alocado desafío de enfrentarse a oleadas sin ningún motivo aparente, y algunos momentos inolvidables de reírse a carcajada limpia. Son la historia y el guión lo que hacen que el juego sea especial, pero es preciso destacar esa fantástica banda sonora de Power Glove, inspirada en los 80, con un uso del sintetizador que crea un gran ambiente y potencia la atmósfera.

En general, Blood Dragon es un DLC bastante decente. Es muy divertido y merece la pena jugarlo por su historia y por su absurdo sentido del humor. Coge mucho de lo que hizo que el original fuese tan divertido y lo potencia, pero se sale tanto de lo habitual que acaba convirtiéndose en un producto mucho más nicho de lo que muchos se esperarían. Aunque los combates y los entornos no tienen todo el impacto que deberían debido a ciertas decisiones de diseño, sigue habiendo muchos elementos que disfrutar. Y, aunque no es una campaña especialmente larga, si sois de la generación de los 80 y queréis un festival irónico y sangriento, esta es una descarga que os merecerá la pena.