Análisis de 11-11: Memories Retold

El 11 de noviembre de 2018, mucha gente de todo el mundo se reunió para recordar el centenario del instante final de la Primera Guerra Mundial, ese gigantesco y sangriento conflicto que cambió la forma de combatir y de concebir el combate de la humanidad. Bandai Namco, DigixArt y Aardman se han sumado a su forma, con el estreno de 11-11: Memories Retold, un título que afronta esta guerra con una perspectiva muy diferente.

Puede que parezca un cliché decir que 11-11 se centra de verdad en las historias personales que ocurrieron en los países beligerantes, pero es un error fatal llamar tópico a cualquiera de las cosas que tenemos aquí delante. No tenemos esa perspectiva que tantas veces nos han presentado, la de los soldados en primera línea y los generales dando órdenes en retaguardia o en las bases. Tenemos dos personajes que tienen muy poco que ver con un combatiente, que poco se parecen a esos "héroes" de los que tanto se ha escrito.

El primero es Harry, un fotógrafo joven, de Toronto, que se enroló a voluntad propia para conseguir el uniforme e impresionar a su amada Julia. Acompaña al Major británico Barrett como fotógrafo personal, en busca de la fama que le aportarán estos méritos. El segundo es Kurt, un mecánico alemán que no se define por su profesión sino por su motivación, que no es otra que dar con su hijo desaparecido, Max.

Es fácil averiguar los distintos que van a ser sus puntos de vista del conflicto. La inocencia y la ignorancia de Harry frente a la obsesión de Kurt. Dos vidas que se terminan cruzando en el videojuego de formas sorprendentes y muy bien contadas. Dos protagonistas de bandos enfrentados, pero esto no es una película de buenos ni malos. Son historias que ocurrieron, con sus causas y sus razones, sin que ninguna de ella fuera cuestión de enemigos.

Se juega como una aventura cinematográfica en tercera persona, en la que vas cambiando entre Harry y Kurt regularmente para ver y participar de lo que está haciendo cada uno en ese instante. No son tareas complicadas, es una mezcla entre puzles ligeros y exploración, así que para exprimirlo al máximo y disfrutarlo hay que meterse hasta dentro en él. Hay que echar un vistazo a los alrededor y prestar atención a las conversaciones para comprobar cómo han reproducido las guerras. No sólo los horrores de los bombardeos o los ajusticiamientos, también los lazos que se crean entre compañeros y lo bien que se lo pueden llegar a pasar algunos ratos entre tanto sufrimiento. Ha de todo, desde unas partidas de cartas a ofrecer una máscara antigás a un compañero que se asfixia.

Por los escenarios también varios coleccionables repartidos, que forman parte de la narrativa si se logran reunir los fragmentos que hacen falta de cada uno. Cuentas un poco más de otros temas, desde cómo eran los uniformes a cómo se organizaban los túneles entre las trincheras. Partiendo, siempre, desde la ficción, pero sin perder de vista la veracidad para que el entretenimiento vaya acompañado de conocimiento.

Es importante destacar que no entras en combate directo. Nunca. Esto no es ni Battlefield ni Call of Duty. No hay masacres porque lo que se busca es justo lo contrario. La muerte existe, pero es una losa pesada y un dolor intenso que amarga a quienes la sufren en su entorno. Se sufre como se debía sufrir entonces.

11-11: Memories Retold también es un juego de toma de decisiones, y cada una de ellas afecta seriamente al resultado de las partidas. Os vamos a contar un buen ejemplo, sin ánimo de destripar nada. Es sobre las cartas que Kurt escribe a su hija, Lucie, y cómo van afectando al devenir de los hechos. Tienes que decidir de qué temas le hablas; puedes ser muy honesto y decir que no sabes nada de Max ni puedes garantizar que siga vivo o contarle una mentirijilla y prometer que lo traerán pronto a casa. Y no solo eso, si has realizado ciertas investigaciones, tendrás más opciones de texto que escribir en esas misivas.

Hay que felicitar a los dos actores que han interpretado a Harry y a Kurt, Elijah Wood y Sebastian Koch. El americano logra darle ese toque de inocencia a su personaje, como si no se estuviera enterando de la magnitud de los hechos que estaba viviendo, mientras que el alemán transmite todo lo contrario, la solemnidad y la experiencia de alguien que ya poco quiere y puede aprender, porque solo tiene un fin.

Hay un elemento más que arrastra toda esta composición, y es la banda sonora creada por Olivier Deriviere. La música orquestada funciona para realzar los instantes de júbilo pero es especialmente efectiva en los momentos más conmovedores del título. Con un giro siniestro hacia el final que provoca sensaciones fuertes.

Tuvo que ser una decisión complicada, pero fue un acierto escoger la representación de cada escena de 11-11: Memories Retold como si fuera una pintura impresionista. Lo han plasmado de forma que permite intuir los brochazos de una pintura, con una acabado difuso que pega con estos hechos trágicos. No tiene el nivel de detalle de otros juegos que persiguen el realismo porque aquí lo han conseguido por otras vías. Con el contraste de colores, con las pinceladas y con la sensibilidad tan propia de las personas.

El productor George Rowe nos contó que fue un proceso más complicado de lo que puede parecer si se analiza observando solo el acabado. De hecho, el estudio no ha logrado pulirlo del todo y nos hemos encontrado con algunos pequeños fallos en el curso de la partida, como algunos subtítulos que desaparecen o alguna desincronización. Pero nada que no se pueda arreglar con un parche.

Como cualquier ficción, hay un elemento fantástico e increíble en esta historia, pero eso no exime a 11-11: Memories Retold de ser capaz de contar la Primera Guerra Mundial de una forma creíble, sensible y distinta. Lo simpático y lo horripilante. Lo humano y lo animal. Con violencia, pero sin banalizar la muerte. Es un tributo precioso a un conflicto del que no se habla tanto como debería porque no hay malos demonizados contra los que ir. Y por eso hay tanto todavía que aprender.