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Spider-Man: Homecoming

Spider-Man: Homecoming

Jon Watts ha decidido actualizar a Peter Parker para que los jóvenes actuales se sientan identificados con uno de los superhéroes más queridos de Marvel.

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Auténtico, cabraloca, imperfecto. Esta podría ser la tarjeta de presentación del nuevo Peter Parker renacido millenial que hemos conocido en Spider-Man: Homecoming gracias a un Tom Holland que se ganó este papel con su pequeño cameo en Capitán América: Civil War. Las intenciones de este proyecto quedan claras desde el primer momento: enganchar al espectador con un viaje apasionado que no olvida las complicaciones de la vida del héroe en el que brilla sobre todo un guión simple pero intrigante, mezclado con elementos de la cultura pop capaces de atraer también a quienes no están metidos en esto de los superhérores.

Tras unas adaptaciones recientes del hombre araña malas, como por ejemplo en la trilogía inacabada The Amazing Spider-Man de Marc Web y Andrew Garfield, la nueva película de Jon Watts sí ofrece esa imagen del adolescente auténtica y "sucia". Lo hace tomándose algunas licencias a partir de los patrones que crearon Stan Lee y Steve Ditko, pero el carisma del nuevo Peter Parker reside precisamente en su inmadurez. Se pierde entre la persecución de aventuras y villanos, a imitación de sus colegas más veteranos como Iron Man o el Capitán América, convertidos en caricatura, y su vida corriente de chaval que suelta sus mentirijillas o se raya con los amigos y el baile del instituto.

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Es un mezcla excelente que encaja a la perfección con una de las ramificaciones que ha seguido el género en los últimos año, cada vez más dada a una audiencia rendida a su lado más humano y a no tomarse tan en serio su idiosincrasia. Es una nueva dirección del papel de superhéroe que ha tomado en parte de Iron Man (quizá por eso sea el mejor mentor para este adolescente incontrolable y ambicioso), pero que también encontramos en otros títulos de éxito recientes como Guardianes de la Galaxia y Deadpool. Precisamente este último fue el punto de inflexión para el cine de cómics.

Si esa necesidad por ir más allá de la superestructura tradicional de película de superhéroes (con la gran excepción de Logan) se manifiesta de una forma cada vez más poderosa, hay ciertos pilares que no pueden dejarse de lado. Como, por ejemplo, la batalla entre el bien y el mal, que en Spider-Man: Homecoming se presenta como el duelo entre este joven Spidey y un Vulture que por fin vemos a la altura gracias a un impresionante Michael Keaton que se desquita por fin de su nefasto pasado en el género. Keaton representa a la perfección a ese hombre desilusionado por el bien, dispuesto a tomar lo que se merece y arrogantemente resentido. Es un villano, pero sus motivaciones no dejan de ser sentimientos más humanos que los que han llevado a la destrucción al mundo en muchas otras historias de Marvel.

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Son la normalidad que transpira toda la película a pesar de la naturaleza extraordinaria del género y la humanidad de sus personajes, con motivaciones violentas pero cercanas y creíbles, las que levantan esta película por encima de tantas. El tormento del joven Spider-Man es comparable a lo que podría sentir parte de la audiencia, pero los temores de Adrian Toomes también van a encontrar reflejo en los hombre de clase media que sufren con su día a día, afligidos por las desigualdades y el poder que les minimiza. Unos sentimientos que son reinterpretados con ese ritmo, esa locura y también con ese humor propio de las adaptaciones contemporáneas del cómic.

La cámara de Jon Watts ha funcionado a la perfección para dar forma a esa película que revela una compenetración perfecta de dinamismo y sustancia, con subidones de adrenalina tras los vuelos de la araña, momentos de respiro con imágenes de postal de una Nueva York más periférica y citas íntimas con los personajes. También ha encajado muy bien la banda sonora de Michael Giacchino, que ha reconducido los temas míticos por una senda que empalma con un música más rebelde, incluido el cierre con el inagotable tema Blitzkrieg Bop de los Ramones.

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Spider-Man: Homecoming ha logrado reestablecer un contacto profundo con el hombre araña que siempre ha sufrido el peso de su poder, ese que nunca vamos a olvidar. El film ha optado por un punto de vista ligero, sin complicaciones ni añadidos innecesarios, evitando la misma senda que ahonda en el dramatismo y la solemnidad que persiguen otras obras de superhéroes de los últimos años, como Los Vengadores.

Aunque la película se aprovechara sin dudarlo de momentos más diluidos, el trabajo de Jon Watts fluye de principio a fin dominado por dos personajes principales (Spidey y Vulture) que crean una tensión constante que te atrapa en la silla hasta el último fotograma. Tom Holland ha puesto una cara genuina perfecta para que tengamos a otro Spider-Man en nuestros recuerdos, diferente, único y cercano.

Spider-Man: Homecoming
08 Gamereactor España
8 / 10
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CRÍTICA DE PELÍCULA. Autor: Fabrizia Malgieri

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