Vivimos una buena época para los amantes de los juegos de terror, porque a falta de grandes sagas, en los últimos años han sido los estudios independientes los que han ocupado el hueco con ideas originales. Propuestas distintas que van del acoso psicológico a la violencia sangrante. Agony es uno de los ejemplos de este horror brutal, porque esto no va de unos espíritus en una casa encantada o de un asesino escondido en la oscuridad. Es un viaje a los abismos del infierno. ¿Qué puede dar más miedo que la condena eterna?
En 2016 tuvimos la suerte de ver una versión alfa muy prometedora. Fue como un tour guiado por unos entornos que nos daban muy buena-mala espina, porque esa forma grotesca de presentar el gore y las vísceras era distinta al resto de propuestas. Tras un año y medio de trabajo, por fin ha salido, y no solo en PC, también en Xbox One y PlayStation 4. Lo malo es que nuestra vuelta al inframundo no ha sido tan buena como nos prometieron.
Al principio del juego te lanzan literalmente al pozo del mundo y no tardas mucho en descubrir que quien manda ahí es la Diosa Roja y que no apetece mucho quedarse ahí para siempre. El arco argumental principal trata de eso y no hay demasiado que contar, porque comienza en viaje de un sitio para otro hablando con personajes raros que dejan mucho que desear para saber dónde está la Diosa. Todo muy básico, lo justo para ir tirando, pero algo más profundo no hubiera venido nada mal.
No estás solo en el Infierno, aunque sí esperábamos habernos encontrado bastantes más pecadores por el camino a sabiendas de cómo está el mundo. Y con la gente que te vas cruzando deriva entre el comportamiento perturbador y los brotes psicóticos. Por ejemplo, un tipo se puso a hacer una montaña de piedras sobre bebés en cuanto terminó de hablar con nosotros, y otro te trata de asaltar en cuanto nota que llevas una antorcha. El problema con estas interacciones no es ese grado de rareza, es que casi nunca sirven de mucho y además el guión y el diálogo es muy malo.
Un pequeño pasaje introductorio sirve para conocer las mecánicas básicas de Agony, que tienen mucho que ver con correr y esconderse, así que no serán nada novedoso para quienes hayan jugado recientemente a Outlast. Entre medios, la tarea de ir resolviendo puzles para abrir puertas y avanzar así de sección en sección. Tras unas primeras habitaciones del Infierno muy tranquilas, llegan otras en las que hay enemigos, esos demonios y criaturas que podéis ver en estas imágenes y vídeos.
Nuestro primer desencanto llegó en cuanto nos dimos de bruces con el primer laberinto del juego. No puedes atacar a nadie, lo único que puedes hacer es correr, esconderte y moverte con sigilo para evitar que te maten. Y ya podéis esforzaros porque lo van a hacer, y vais a empezar a ver la misma animación de de deceso una y otra vez. En principio, tendría que ser un sueño para los amantes del terror, porque tienes que asegurarte de que compensas el uso de la antorcha y los escondites con la sed de sangre de esos demonios de vista fina. El problema es que está mal planteado y ejecutado.
Lo causa, especialmente, el hecho de que su comportamiento es muy impredecible y se mueven como uno que se levanta de la cama de repente y no se acuerda de lo que iba a hacer. Por otro lado, hay una mecánica de posesión de cuerpos que nos había llamado la atención en la alfa y que queríamos probar con ganas, pero que es decepcionante porque los demonios te matan en cuanto pasas tu alma a otro personaje. Pasa, en parte, porque las mecánicas no están bien explicadas y, más allá de los primeros 30 minutos de aprendizaje, los entresijos de cosas como posesión o resucitar entran en escena como si se conocieran de toda la vida.
Así que ya hemos construido el concepto general del juego, este baile de muerte entre protagonista y demonios a medida que se avanza de sala en sala y de laberinto en laberinto. Sin embargo, todo es muy "producto de videojuego". Es curioso que con lo bien que ha logrado apartarse Madmind Studio de la generalidad en el aspecto visual, haya caído tanto en la monotonía clásica en el gameplay. Te pasas todo el rato buscando un número determinado de llaves para abrir una puerta y llegar a otro sitio en el que volver a empezar, mientras que la acción siempre se sucede en puntos semejantes.
También deja mucho que desear técnicamente. Lo hemos jugado en PC y nos hemos topado errores como fallos de colocación de textos o caídas de la fluidez de la imagen, pero en PS4 la cosa es mucho peor. Hay un problema con los reflejos de iluminación en las paredes que hace que parezcan flashes de paparazzis y el frame-rate era el auténtico horror del título, así que esa versión es totalmente desechable.
Para el final nos hemos dejado lo mejor, que es sin lugar a dudas el diseño gráfico, que es lo que siempre se ha alabado de él. Es una de las propuestas más atrevidas y agresivas, pero siempre desde la convicción de que es algo justificado y que funciona. Te sientes un poco turbio al disfrutar de cosas como esas puertas dentadas, todas esas vísceras y cadáveres, pero es como debe ser un lugar como el infierno. Y además no han escatimado en detalles para que destaquen tanto como sea posible, al menos siempre que no estés en un agujero de oscuridad.
El resumen rápido para Agony es que parece un juego creado por un artista sin ningún tipo de asistencia por parte de diseñadores de niveles o de gameplay. Cuando probamos la versión alfa pensamos que era solo una muestra de algo mucho más extenso y variado, pero por desgracia el juego no hay ido mucho más allá, así que el resultado es un videojuego genérico de terror ambientado en una localización muy llamativa. La verdad, para una escapada al inframundo, mejor Doom.