007: Sin Tiempo Para Morir

Durante varias décadas, James Bond fue toda una fantasía masculina. Acción explosiva, coches deportivos de lujo, todo tipo de armas, artilugios chulísimos, situaciones peligrosas, viajes por todo el mundo, trajes a medida, hoteles carísimos y mujeres preciosas. Todos estos elementos se convirtieron en esperables para cada estreno de la franquicia en la gran pantalla. Asimismo, varios temas familiares también están presentes en la nueva Sin Tiempo Para Morir (No Time to Die), al tiempo que incorpora varios aspectos que, tradicionalmente, no formaban parte de la serie. De este modo, lo que hemos visto en el cine es una película bien hecha, un buen largometraje que, sin embargo, no sabe muy bien a quién está dirigido.

James Bond (Daniel Craig) se ha retirado. Ya no es el agente 007 del servicio secreto británico. El mundo, por el contrario, no espera a nadie (sí, podría ser el título de una de Bond), y resulta que una potente arma de destrucción masiva nunca vista podría acabar en las peores manos. El veterano agente de la CIA Felix Leiter (Jeffrey Wright) decide contratar a Bond para una última misión, en esta ocasión cambiándose la chaqueta del servicio de inteligencia. Naturalmente, los ingleses del MI6 también andan en el ajo, y de hecho han decidido enviar a una agente 007 mucho más joven (Lashana Lynch). Todo esto se entreteje como una misión muy personal, incluyendo por supuesto al antagonista de la peli, Lyutsifer Safin (Rami Malek).

Ojo, esa historia no está nada mal, y está contada con maestría. Con buen ritmo, la cinta sabe combinar sus escenas de acción, aquello de salvar el mundo y las relaciones personales de un modo que deja patente el buen trabajo de los guionistas y de la dirección, y eso que, para meter todos los ingredientes en la olla, se va a casi las tres horas de duración. Es comprensible, hay mucho que contar para despedir a Craig de 007.

Como no podía ser de otro modo, rasgos de toda la vida, como los cochazos, las escenas de acción intensa y la música a juego, están de vuelta. Pero aquí hay que advertir que esta entrega se empieza a desviar del sota, caballo y rey, para bien o para mal. Incorpora varios temas modernos y progresistas, y hay que reconocer que a nivel narrativo encajan sin problemas. Dicho esto, también pueden conformar el punto más controvertido de No Time to Die. Los fans de la vieja escuela ya están alzando en puño porque James Bond está perdiendo su identidad, o siendo reemplazado por otra cosa. Por otro lado, los espectadores más modernos también pueden creer que No Time to Die se queda corta en la renovación, ya que mantiene gran cantidad de su vieja tradición. Esto ha pasado con prácticamente todas las franquicias longevas, e intentar mantener esa dualidad suele salir regular. En el peor de los casos, no quedan del todo satisfechos ni los unos, ni los otros, porque a ratos parece que la película no sabe qué expectativas debe cumplir exactamente.

En cuanto a las implicaciones personales y todo lo que está en juego, esto de salvar el mundo por enésima vez tiene uno de los mayores impactos en lo más íntimo del personaje. Diría, de hecho, que se trata de la película más emotiva de James Bond hasta la fecha (y sí ya vi Skyfall en su día). Esto también se puede tener sus fans y detractores; quizá sea el mejor momento para introducir más trasfondo personal como guinda a la saga del Bond de Craig, quizá este tipo de drama sobre sus relaciones no tenga tanta cabida en una peli de 007.

Sin Tiempo para Morir está bien ejecutada, pero como película de James Bond se hace un pelín problemática. No se trata de una entrega de 007 para las audiencias modernas, pero tampoco rezuma el sabor tradicional por los cuatro costados. Como largometraje independiente, es más que decente. ¿Como la nueva de Bond? Eso depende mucho de vuestras expectativas.